Aquest divendres article sobre Caicedo a la Cartelera Turia

CAMINO A LA GLORIA

La vida no es fácil para un chico de raza negra en Guasmo, un barrio de los suburbios de Guayaquil, aunque su mente esté llena de ilusión por llegar algún día a ser una estrella del fútbol. La delincuencia que espera agazapada en cada esquina y la necesidad de sobrevivir en el día a día pueden más que los sueños. Felipe Caicedo (Guayaquil, Ecuador, 1988) vivía en esas condiciones cuando un día, viendo el Canal Uno de la televisión de su país, supo que la cadena organizaba una especie de reality-show deportivo cuyo objetivo era descubrir nuevos talentos para el deprimido fútbol ecuatoriano. El programa se llamaba Camino a la gloria y Felipe, que desde los nueve años jugaba en un club modesto llamado Rocafuerte, se apuntó al casting del programa para cumplir su sueño. Fue uno de los elegidos. Tres meses después, se convirtió en uno de los ganadores de aquel programa, cuyo premio era una beca de 30 días en las instalaciones del Boca Juniors argentino. A su vuelta al Rocafuerte, la vida de Caicedo, al que todo el país llamaba ya “Felipao”, haciendo brasileño su nombre, por culpa de sus habilidades delante de la cámara, había cambiado.
El Basilea pagó 400.000 dólares por aquel chico de 16 años en el que confiaba toda una nación para dar lustre el fútbol ecuatoriano. Caicedo se marchó a Suiza con la esperanza de triunfar en Europa, pero su camino a la gloria no fue todo lo halagüeño que el concurso televisivo pronosticaba. En el conjunto helvético no firmó malos números: marcó 16 goles en 45 partidos y ganó una Copa de Suiza, además de foguearse en las competiciones europeas en la Copa de la UEFA. El Manchester City se lo llevó por diez millones de dólares y su traspaso hizo historia: fue el precio más alto pagado en la historia por un futbolista ecuatoriano.
El City comenzaba entonces a acumular figuras, a convertirse en un remedo británico del Real Madrid, y Caicedo encontró una dura competencia en su puesto con los fichajes de Adebayor, Santa Cruz y Tévez, por lo que, en septiembre de 2009, el club celeste lo cedió al Sporting de Lisboa. En Portugal nunca estuvo a gusto y sólo duró tres meses. En el mercado de invierno, el Málaga lo reclamó para jugar como cedido. Allí recuperó la sonrisa y el olfato goleador, además de contribuir, con sus goles y su juego, a la salvación del conjunto malacitano.
Consumida la cesión, Felipao volvió a Manchester hasta que Manolo Salvador, secretario técnico del Levante, negoció con el club inglés para conseguir una nueva cesión del delantero con opción de compra. El City no debió de confiar demasiado en la progresión de Caicedo, pues fijó una cantidad irrisoria (un millón de euros) para que el Levante se lo quedara si le convencía el delantero.
Y el delantero convenció. Y de qué manera. Caicedo se ha erigido en un símbolo del Levante en la mejor temporada del conjunto granota en su historia, en el icono de un equipo que, pese a iniciar la temporada con la etiqueta de gran favorito al descenso, está firmando una campaña modélica, basada en el sacrificio, el trabajo y la humildad. A diez jornadas para el final de liga, el Levante ocupa un cómodo duodécimo puesto en la tabla, cinco puntos por encima del primer equipo que descendería a segunda, y, sobre todo, da toda la sensación de gozar su solvencia suficiente como para permanecer en primera división. Los once goles anotados por el delantero suramericano, la máxima cifra lograda por un levantinista en primera división, son la punta del iceberg de un equipo formado a base de reclutar futbolistas despreciados por otros clubes y jugadores que, próxima la hora de su retiro, están dispuestos a contribuir a la causa que les propone el club de sus amores.
Caicedo nació para el fútbol en un programa llamado Camino a la gloria. El Levante sigue ese camino en una temporada milagrosa cimentada en la paciencia y el buen hacer en los despachos, en el banquillo y en el terreno de juego.

PACO GISBERT